Es el cáncer más común en los seres humanos, sin embargo tenemos poca información sobre cómo se desarrolla, la manera de prevenirlo y los síntomas a través de los que se manifiesta. En esta nota, haremos una aproximación sobre el tema.

De acuerdo con la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (L.A.L.C.E.C.), el cáncer de piel se forma en los tejidos por diversos factores, como las quemaduras solares reiteradas o la exposición a radiación UV a largo plazo. Por su parte, la Sociedad Argentina de Dermatología señala que el cáncer de piel es el más común de los cánceres en el ser humano, y que en los últimos 30 años más gente ha desarrollado un cáncer de piel que cualquier otro tipo de cáncer.
Existen dos tipos principales de tumores de piel: el carcinoma y el melanoma. Los carcinomas basocelulares y espinocelulares son los más frecuentes. Los melanomas son mucho menos frecuentes, pero su evolución puede ser de peor pronóstico. El cáncer de piel es curable en la mayoría de los casos, por eso es importante hacerse exámenes periódicos.
Síntomas y signos que dan cuenta de un posible desarrollo:
- Manchas inicialmente planas rosadas o rojizas, ásperas al tacto y que se vuelven cada vez más rugosas o escamosas. Se ven especialmente en la cara, en el dorso de las manos, en el labio inferior y en las orejas.
- Aparición de bultos en la piel que crecen en forma sostenida en el tiempo.
- Lastimaduras en la piel que no cicatrizan a pesar de un tratamiento correcto.
- Herida sangrante, costrosa, no provocada por un traumatismo previo.
- Un lunar que cambia de coloración, sus bordes se vuelven irregulares, es asimétrico y crece (generalmente de tamaño superior a 6 mm).
- Un lunar que pica o se inflama.
Respecto a la prevención del cáncer de piel, la forma más eficaz es sabiendo cómo, cuándo y cuánto exponernos al sol, ya que el daño solar es acumulable y las exposiciones reiteradas e indiscriminadas producen a largo plazo un envejecimiento prematuro, lesiones precancerosas y cáncer de piel.
En este sentido, la Sociedad Argentina de Dermatología recomienda:
- Evitar exponerse al sol entre las 10 y las 16 horas.
- Usar en forma habitual cremas protectoras solares que bloqueen radiación UVA y UVB, de calidad reconocida y cuyo factor de protección solar (FPS) sea mayor a 30.
- No olvidar la protección solar al realizar deportes.
- Aplicar el protector en la piel 20 minutos antes de la exposición y renovarlo cada 2 horas con la piel seca o cada vez que uno sale del agua y se frota o se seca la zona.
- Usar abundante protección y no olvidar sitios como las orejas, empeines, labios, cuello, zonas con calvicie y tórax.
- Observar periódicamente atentamente los lunares y manchas, con ayuda de espejos y de otra persona.
- Cuidarse también los días nublados, ya que la radiación atraviesa las nubes.
Los menores de un año deben estar a la sombra con ropa liviana y sombrero, evitando el
sol directo y tomando abundante cantidad de líquido para no deshidratarse. A partir de los
6 meses de vida pueden utilizarse protectores solares.
Si bien normalmente la piel y los lunares toman un color un poco más oscuro durante el embarazo y la lactancia, no hay que confiarse: los cambios pueden indicar un riesgo.
Algunos fármacos (diuréticos, anti-inflamatorios, antibióticos, medicamentos para trastornos cardíacos, etc.) pueden aumentar el efecto del sol sobre la piel. Personas que han recibido trasplantes de órganos o quienes han realizado quimioterapia o radioterapia deben cuidar particularmente su piel del sol. Conocer la propia piel y revisarla en forma periódica. Si encontramos manchas nuevas o que se hayan modificado, consultar al dermatólogo.
Respecto a los lunares, éstos son comunes en todas las personas y predominan en las zonas más expuestas al sol, aunque pueden localizarse en cualquier parte de la piel.
Cuando son normales suelen ser planos o de forma redondeada, simétricos, de bordes regulares y de un tamaño menor a 5-6 mm. Algunos comienzan como una mancha y con los años toman relieve de color más claro y se ablandan.
Por su parte, los lunares llamados atípicos, son los que presentan un mayor riesgo de transformarse en una forma de cáncer de piel denominada melanoma. Éstos suelen ser mayores a 6 mm, asimétricos y de varios tonos de marrón rosado. Son más comunes en el pecho y en la espalda, pero pueden ubicarse en cualquier parte de la piel.
Por ello, hay que observarse los lunares y manchas personalmente en forma periódica, con ayuda de espejos o de otra persona, sin olvidar las palmas y plantas, la región genital, el cuero cabelludo, la boca, el interior del ombligo, las axilas, etc. Ante cualquier cambio en un lunar o mancha, o ante heridas que no cicatrizan, consultar con un dermatólogo.
Fuentes: Sociedad Argentina de Dermatología / Liga Argentina de Lucha contra el
Cáncer / Instituto Nacional del Cáncer /